sábado, 4 de julio de 2009

cuento incomprensible # 4

Usted no va a entender este cuento. No pretendo que se sienta insultado ni impotente, sólo quiero que usted comprenda que, sencillamente, no va a entenderlo. Mil disculpas si siente que su comprensión de lectura o conocimientos literarios están siendo insultados, sepa que no es mi intención en lo más mínimo. La incomprensión de este cuento va más allá del papel del lector, ya que el cuento es inherentemente incomprensible. Para despejar toda comprensible duda sobra la razón de este cuento irracional, he aquí una lista inexplicable de factores incoherentes que hacen a este un cuento incomprensible.

3- Esta es la cuarta entrega de la serie de cuentos incomprensibles. Si usted leyera sus predecesores, lo más probable pueda entender este cuento, pero ya que los cuentos incomprensibles # 1, # 2 y # 3 no existen, este cuento permanecerá incomprensible hasta nuevo aviso.


46- Este cuento se ha realizado sin la más mínima inspiración, además de un vacío total en los campos de la investigación, planeación, instrucción y metodología, sin contar con la falta de conocimientos literarios e influencias narcóticas por parte del autor, por lo cual este cuento no tiene contenido alguno más que su incomprensibilidad.


69 - En este cuento no hay metáforas o interpretaciones que le puedan dar sentido alguno. Tampoco hay mensajes ocultos o personales que le permitan a determinadas personas conocidas del autor, o a individuos con gran bagaje literario, comprender este cuento.


84- Esta lista no sigue un orden lógico ni numérico que permita facilitar la comprensión del extraño fenómeno que es este cuento. Los factores que expone no son suficientes como para explicar lo incomprensible que resulta el cuento, además de que las razones de la incomprensibilidad del cuento más reveladoras son incomprensibles, por lo cual no tendría sentido alguno que las intente explicar.


69- Este punto esta repetido. Para evitar ser redundante y no aburrir al público, no se va a volver a exponer las razones que se explicó previamente en el punto homónimo.


15- La esencia de este cuento yace en su incomprensibilidad, si no fuera por este factor, este cuento no existiría del todo. Buscarle sentido atenta contra la caótica estructura caótica del cuento, por lo cual, en defensa propia, el cuento evita absolutamente cualquier forma de sentido, significado, comprensión y entendimiento.


106,5- Como puede ver, sólo la mitad de este punto está presente, por lo cual no va a revelar a cabalidad ninguna característica del cuento que logre explicar la incomprensibilidad del mismo, incumpliendo totalmente su función y por ende, estorbando en la lista.


72- Este es un punto de relleno. Al igual que el resto del cuento, no tiene sentido alguno ni significado más profundo que el de su mera existencia inútil e incomprensible.


-3 – Por ser este un punto negativo, tiene una in-explicación del cuento incomprensible # 4, por lo cual la información que conlleva no va a ser revelada para evitar aún más confusiones y sin sentidos.


200 – Este es el último punto de la lista, los puntos previos hicieron un trabajo tan maravilloso al explicar la razón por la cual este cuento es incomprensible, que este punto se va a dedicar a agradecerle por su paciencia y dedicación al leer esta tediosa lista. Muchas gracias por su persistente e infructífero interés en comprender esta obra.


29- Este punto no corresponde al cuento incomprensible # 4. Por razones fuera del dominio público, se ha filtrado un punto de otro cuento incomprensible al presente. La gerencia ofrece sus más sinceras disculpas por cualquier inconveniente que haya causado la presencia de este punto tan inusual.


4- En este mundo de relativismo nada tiene una explicación absoluta e irrefutable, para bien o para mal, este cuento no es la excepción.


38 - Esta lista está incompleta, y por mera coincidencia del destino, los puntos más relevantes y aclaratorios no están presentes en la lista.


59 – Tal vez no sea el mejor momento y lugar para mencionar esto, pero es preciso realizar un breve más ineludible paréntesis. Me dan miedo los laberintos, nunca he estado en un laberinto, pero es uno de esos miedos irracionales a los que no deseo enfrentarme. No soy capaz de hallar una explicación sensata al pánico que genera en mi la idea de perderse por la eternidad entre paredes y paredes idénticas. Ahora, continuemos con la lista.


3,141592653589… - El número Pi es un número irracional, por lo cual calza perfectamente en esta lista y en este cuento. Por supuesto que los dígitos presentados al inicio de este punto no representan la totalidad del número, si desea saber exactamente cuanto es Pi simplemente debe averiguar cuantas veces cabe el diámetro de un círculo en su circunferencia. Si logra averiguar con exactitud este número, por favor contacte a la NASA lo más pronto posible.


93- Las cosas más bellas de esta vida no tienen explicación. La obsesión por explicar las cosas ha estado presente en la historia de la humanidad desde el principio de los tiempos, por lo cual propongo dejar esa manía de la lógica y simplemente disfrutar el viaje.


1 - La función del primer punto de la lista es nada más pedirle que tome aire, se relaje, y trate de no frustrarse al leer esta lista tan incomprensible e irreverente; aunque tal vez sea muy tarde para eso…

miércoles, 15 de abril de 2009

El mercader de San José

Si hace un par de meses se le hubiera preguntado a Antonio Sevilla sobre su negocio, él hubiera respondido que era pura cuestión de oferta y demanda, y no hubiera estado equivocado. Puede que algunos legisladores consideren que lo que él hacía era reprochable e ilegal, pero para Antonio eso es simplemente un asunto de opiniones, y las opiniones son como un culo, todos tienen uno pero nadie admite que el propio huele a caca.

El negocio funcionaba así: Antonio manejaba un modesto camión, con ligeras especificaciones que permitían la especialización de los bienes que transportaba. interiores acolchados, algo de ventilación, cadenas y un sistema básico de monitoreo de la mercancía, en fin, nada muy elaborado. Antonio se encargaba únicamente de la compra y venta de personas, nunca ofrecía servicios aduaneros, de almacenamiento ni mantenimiento. Todos estos servicios adicionales requerían recursos y conocimientos con los cuales Antonio no contaba, por lo cual él decidió quedarse en su charco. Por supuesto que esto no significaba que él era un mediocre, de hecho, aprovechando su infraestructura y sus contactos, Antonio tenía en marcha un segundo negocio de coyotaje.

La empresa iba bastante bien, la globalización le abrió las puertas a productos de todo el mundo, los camiones eran de última categoría y totalmente camuflados (más de una vez lo habrán visto sin darse cuenta), él disfrutaba de sus labores como camionero, podía viajar por todo el país, y los inconvenientes no eran comunes. El negocio era ignoto entre las autoridades y estimado por sus clientes, sujetos algo macabros con los cuales Antonio no quería juntarse más de lo necesario. Los explotadores de niños hacían fiestas perturbantes, los tratantes de blancas siempre ofrecían agregados no muy bienvenidos al pago habitual, y los empleadores esclavos eran bastante groseros, pero bueno, cada trabajo tiene sus problemas.

En uno de sus tantos viajes, Antonio se enfrentó a una situación comprometedora. Verán, hay tres reglas de oro inquebrantables cuando se trata del manejo de bienes humanos: cada lote ha de alcanzar su destino sin tener idea alguna de donde se encuentra este, las condiciones de cada unidad han de ser, como mínimo, las necesarias para empezar inmediatamente con sus labores, sean trabajos forzados, explotación sexual o disfrute personal, y la cantidad de unidades no ha de variar de la estipulada. Por motivos de fuerza mayor, Antonio incumplió con las tres reglas de oro de una sola vez.

El cliente era uno de sus muchos tratantes de blancas, el cargamento no era particularmente valioso, la paga hubiera sido la habitual y el viaje pudo haber sido rutinario. Lastimosamente, una de las unidades sufrió un colapso con consecuencias desastrosas. Los colapsos no eran algo fuera de lo común; la deshidratación, las altas temperaturas o el sencillo pero poderoso miedo eran capaces de dañar a la mercancía, por lo cual Antonio siempre se aseguraba de mantener monitoreado a su cargamento. Él estaba listo para lidiar con desnutrición, colapsos nerviosos, hiperventilación, ataques de asma, diabetes y muchas más condiciones comunes entre las personas en esa situación, pero Antonio nunca hubiera esperado un parto en sus camión.

Antonio intentó en vano ignorar la situación de la muchacha, los imprevistos que había tenido previamente no fueron motivo suficiente para violar ninguna de las reglas y esta vez no iba a ser la excepción, según él…

En medio de San José, a altas horas de la noche y sin los conocimientos ni el equipo ginecológico necesario para traer a un niño al mundo, Antonio manejaba su camión entre los sollozos de la muchacha y los gritos por clemencia de sus acompañantes sin ser distraído por la situación. Fue el instantáneo y efímero recuerdo de su hermano menor, aquel que nunca pudo conocer, el que se escapó de las memorias que todo hombre pierde en su nuca hasta llegar al su corazón.

Todo se detuvo de repente, alguien ha respondido a nuestras plegarias. Luz artificial entró al lugar acompañada de un hombre en sus cincuentas, regordete, de tez morena y colochos que claman por un corte. Él traía un simple botiquín y la misma cara de miedo que todas nosotras.

-“¡Gracias a Dios, por favor ayúdenos señor!”

El hombre se acercó a la muchacha que respiraba costosamente en el suelo, miró a su alrededor como quien busca instrucciones y suspiró tratando de aspirar algo de inspiración divina. Ninguna de nosotras sabía qué hacer exactamente, unas se dedicaron a alentar a muchacha, otras alentaban al hombre, unas escaparon cobardemente mientras algunas lloraban en una esquina.

-“¿En donde estamos?”- pregunté apenas pude poner en orden mis ideas

-“San José”- Contestó el señor sin pensarlo dos veces, aunque en seguida puso la cara de quien debió haberlo pensarlo dos veces.

Antonio soltó todo y salió disparado de ahí, dejando a la niña cubierta en sangre y a la chiquilla palideciendo en el suelo y viceversa. Los candados sellaron la puerta, las llaves temblaron antes de encender el camión, y el sudor invadió al partero.

El cliente recibió la mercancía receloso. Si no hubiera un bebé en el lote nunca lo hubiera creído. Él se dirigió a Antonio, preguntando con ojos llenos de fantasía retorcida:

-“¿Cuánto por la carajilla?”

Antonio acababa de violar las reglas de oro, ahora se presentaba la milagrosa oportunidad de escapar del tortuoso destino que tienen quienes decepcionan a ese tipo.

¿A cuantas personas habrá condenado? él no sentía el dolor de los otros ¿Sería capaz de condenar a una recién nacida a la misma vida de miseria que le esperaba a esas muchachas? los llantos nunca habían atormentado sus noches ¿A cuantos más va a destinar al infierno? De algo hay que vivir, casualmente Antonio vivía de los otros. ¿Podrá resistir una vida marcada por las llamas y la navaja?


Antonio Sevilla siempre se arrepintió de su decisión.