viernes, 23 de mayo de 2008

Condenado por el amor



No puedo dormir sin sus gritos.

Sin oír sus llantos y lamentos, no sé si sigue viva, no sé si ese maniático ya la mató.

Al ver su etérea figura besarlo para despedirlo en las mañanas, me retuerzo de ira y lástima, celos y lujuria, odio y amor.

Su tenue voz es como el viento bailando entre los árboles, esos ojos profundos y lejanos me paralizan, y esas lágrimas de perla que corren por sus mejillas son mi regocijo y mi desconsuelo.

Por ocho años ella ha soportado esa tortura, por ocho años he sido testigo desde mi ventana, por ocho años he sido testigo del miedo, la impotencia y el tormento.


Hasta el martes.


Sus gritos fueron interrumpidos por un inusual silencio, que mi teléfono cortó súbitamente.

Una suave voz agitada me pidió ayuda para cargar algo pesado.

Me tuve que poner algo de colonia, no quería de mi objeto de deseo pensara que vivo como el vil cerdo que soy.

Cuando llegué, él daba sus últimos gemidos. Aunque matar a un policía nunca trae nada bueno, esta vez en especial puede pasar bajo mis narices de fiscal. Por más que ese desgraciado merecía ese cuchillo de cocina, es prácticamente imposible que ningún vecino haya llamado a la policía.

Ni me molesté en sacar el cuchillo de su espalda al enrollarlo en esas cortinas gruesas que escondían su belleza y opacaban su vida.

Tras lograr meterlo en la cajuela de mi auto, las palabras “tranquila, yo me encargo” lograron salir de mis nerviosos labios. Con manos sudorosas y temblorosas manejé hasta el botadero, que recibió el cadáver con sus fauces abiertas.

De vuelta en su apartamento, las labores de limpieza resultaron efectivas. Ni una sola evidencia de violencia quedó en ese lugar.

Por supuesto, los oficiales de policía se hicieron presentes. Ramírez fue el primer en llegar. Conociendo a los policías, él iba a ser el único en venir a estas altas horas de la noche. Aunque estaba más nervioso que en cualquier otro momento de mi vida, no podía permitir que esta oportunidad para tener a mi amada en mis brazos pasara de lado, si iba a encubrir este crimen, lo iba a encubrir hasta el final.

Ramírez era un hombre de poca estatura, tanto intelectual como física, obtuso a más no poder, caracterizado por ser crédulo e ingenuo entre los policías, aunque es más honesto y bondadoso que la mayoría de los uniformados.

- “¿Diay licenciado, usted como llegó aquí tan rápido?” – preguntó Ramírez, con su característica falta de deducción. Ramírez es indiscutiblemente incorruptible, por lo que debí valerme de su falta de educación formal y capacidad de análisis crítico para distraerlo de la escena del crimen que estaba frente a sus inocentes ojos.

-“Ramírez – Vociferé con mi dureza característica, al mirarlo con desaprobación a los ojos – ¿Cómo se le ocurre entrar en una escena del crimen tan poco preparado? Aunque su falta de profesionalismo nunca me sorprende, esta vez ha llegado a niveles preocupantes. Usted no sabe si en esta habitación hay un maniático armado, ni si estamos en una situación de rehenes. ¿Usted como sabe que no hay un francotirador en el edificio del lado, o si detrás de alguna de estas puertas hay toda una cuadrilla de para-militares?”

Ramírez tartamudeó perplejo, aunque él sabe que no tolero la ineficacia, nunca he reprochado a un agente con la severidad de ese momento. Antes de dejarlo dar excusas, di los toques finales a mi intimidante discurso.

-“Dígame Ramírez, ¿usted pidió refuerzos antes de entrar al edificio? ¿Se aseguró que no había peligro inminente antes de ingresar al apartamento?. ¿Acaso siguió el protocolo de Kramer para situaciones de peligro desconocido, revisó el manual de la Fuerza Policial Británica? Veo que ni siquiera ha desenfundado su arma, también noto que viene solo, explíqueme donde está su compañero, explíqueme por que no llamó a nadie antes de entrar. Quiero que me diga exactamente el proceso mental que siguió antes de entrar en este apartamento.

Ramírez se rascó su cabeza como un patético mono, e hizo lo que pudo para mantener la compostura antes de decirme la excusa, que estaba esperando, entre vacilaciones y titubeos.

-“Bueno licenciado… ¿Qué le diré? Recibí una llamada por disturbios domésticos y me vine de una vez. Entré apura’o porque no quería que ninguna señora saliera lastimada, usted sabe que eso de pegarle a las mujeres es muy feo y todo… Ah, y lo de mi compañero, es que la señora de Rojas tuvo una chiquita y él no ha tenido chance de verla, entonces le dije si quiere no viene hoy para que este con la bebé y… y…”

-“¿Sabe algo Ramírez? – lo interrumpí bruscamente – “no me importan sus excusas, el hecho es que usted no esta cumpliendo con las expectativas que pedimos en el departamento, mejor salga del apartamento antes de que empeore todo”


Cabizbajo, Ramírez dio media vuelta y procedió a salir del apartamento. Mientras giraba la perilla, se volvió súbitamente y, como quién olvida algo importante, hizo exactamente la pregunta que quería evitar.

-“¡Licenciado! ¿Esta no es la casa de Martínez?”

Sudor frío recorrió mi espalda

Huir. Solo en eso pude pensar.

-“Tiene razón, Ramírez. Vaya a la jefatura a reportar la situación.”

-“¡De inmediato, Licenciado!” dijo Ramírez con una sonrisa de satisfacción por un trabajo bien cumplido.

No había terminado de retirarse Ramírez cuando empecé a sentir mis piernas temblar. Cuando el oficial cerró la puerta tras irse, sentí que me faltaba el aire, la habitación daba vueltas y mi temperatura subió a niveles alarmantes. Logré dirigir mi caída al sillón, antes de perder la conciencia pude ver a mi amada salir de su habitación con más equipaje del que podía cargar, y salir del apartamento sin siquiera volver a ver hacia atrás.

No sé cuanto tiempo pasé inconsciente, ni que pasó en ese periodo de tiempo, solo sé que desperté en un celda.

Ignoré al reo que me miraba fijamente mientras jadeaba, y me dirigí al guarda.

-“Su juicio es en un par de horas, Licenciado”- Me dijo sin siquiera oír mi pregunta.

Juicio. Yo solía ser bueno en esas cosas. Podía encerrar a quien sea por el cargo que sea, a mi nunca me ha importado la justicia, solo quería deshacerme de la escoria que me rodeaba.

Entré con confianza a la corte, ni siquiera solicité un abogado defensor. Saludé de nombre al juez, y me senté en el lado del defensor con una ligera sonrisa en mi rostro. Esta sonrisa se esfumó cuando el juez proclamó los cargos por los cuales se me acusa.

Matar a un policía. No había forma alguna de salir impune de esa acusación. Si hay algo que el sistema penal odia, es perder a un peón. De inmediato declaré mi inocencia, y sin pensarlo delaté al amor de mi vida por el crimen.

El juez proclamó que dicha mujer no se ha podido encontrar en todo el tiempo de preparación, por lo que resulta imposible tomarla en cuenta para el juicio. Al parecer, ella no me esperó para desaparecer de la faz de la tierra.

Este juicio no buscaba descubrir la verdad, ni castigar al responsable del crimen cometido. Lo que se quería era un chivo expiatorio, y yo encajaba perfectamente en el papel. Evidencia tras evidencia me hundía más en la perdición.

Testimonios irrefutables convencían más y más al juez de mi culpabilidad. El guarda del basurero me vio botando un cadáver, el guachimán identificó mi auto ir a toda velocidad del basurero a mi edificio, mis detestados vecinos me vieron limpiando sangre en la escena del crimen, todos daban contundentes pruebas de mi culpabilidad.

En cambio, todo lo que yo tenía era mi reputación y el testimonio de Ramírez.

-“Juro por Diosito que el Licenciado es muy bueno y nunca haría algo tan malo.”

Un testimonio adorable, pero indudablemente inservible.

Una última declaración por parte del fiscal daría final a esta farsa. Las puertas de la corte se abrieron lentamente, y un ángel entró lentamente al recinto.

La aparición se acercó al estrado, y tomó la forma de mi amor. Ella vino a salvarme, ella tenía un plan para liberarme y poder irnos juntos a vivir solos en una pequeña cabina donde se escuchen las olas del mar.

-“ El señor Licenciado siempre me veía de una manera… perturbante. Todos en el edificio sabíamos que es un hombre de cuidado, pero nadie imaginó que fuera capaz de entrar a mi apartamento en medio de la noche, matar a mi marido, y tratar de tomarme por la fuerza. Gracias a Dios que los vecinos llamaron a la policía y esta se presentó inmediatamente, no sé que horrores hubiera sufrido si este hombre hubiera cumplido su cometido.”

Al terminar de dar este testamento, el fiscal le agradeció y ella se retiró sin mirar atrás. Sin duda ella tenía un plan, con esa declaración cerraba el caso y nadie nunca más iba a sospechar de que Rojas murió por culpa de su mujer. Ella salió impune, y a mi me condenó mi amor.

Permanecí en silencio por el resto del juicio, mientras el juez me declaraba culpable y mientras me transportaban a la penitenciaría. Traté de no pensar en la hordas de criminales (e inocentes) que he enviado a dicha institución, y me concentré en la forma de pasar desapercibido por estos 40 años.

-“Nos volvemos a ver, Licenciado”- dijo mi compañero de celda apenas entré. No recuerdo por qué crimen lo condenaron, ni por cuanto tiempo, solo espero que no sea tan despiadado como aparenta.

Dudo que sobreviva lo suficiente para volver a ver a verla, pero estoy totalmente seguro que ella me extrañará… al menos es lo mínimo que le puedo pedir a quien tomó mi libertad.


10 comentarios:

nickyfc dijo...

espero que pronto lo titule y postee la nueva entrega.

-Oli-LoRe- dijo...

CARRRRRRRRROOOOOOOOOOOOOOO!!

Me encantó me encantó me encantó!!

ME ENCANTÓ!!

Sólo le falta el título!!!
ÉXITO!!!

Casa AlRevez es.... dijo...

Mauri están muy tuanis, no puedo escribir acá mis comentarios porque creo que es mejor decirlos en vivo...chachachachan....pero todo es bueno no se preocupe. El cuento del milagro es buenísimo...y sí, sos bueno en esto. Pruebe escribir teatro y montamos algo (soy ATE...). Nos vemos en un nuevo encuentro del Parque Jurásico (osea un café con nuestras abuelas y tías abuelas)...cuál es su email pa mandarle varas? Ya vio nuestro blog? Podemos planear algo juntos....bueno ya!!!! cambio y juera

Casa AlRevez es.... dijo...

Te pusimos en nuestro blog

Luis Aguilar dijo...

"el viento bailando entre los arboles", muy bien carro esas figuras son excelentes, y en general esta muy bueno, ya lo agruegue a mi blog (http://venascr.blogspot.com/), pa q haga lo mismo, jeje

Unknown dijo...

Ramirez es como un lovable imbecil! jejeje. y el Licenciado no se va a salir con la suya.. o si? no sé, ud es el escritor.
exito de post.

Anónimo dijo...

Me parece un total desatino
eso del amor como asesino,
que si bien se alienta con el vino,
no es ni sabio ni porcino.

Jaja pues déjeme decirle que me agradó, ya es hora de la gente aprenda a no meterse en líos de faldas. "No hay que perder la cabeza por ningún rabo", dijo el sabio perro que cruzaba la línea del tren.

Cuidado con Luis que quiere imponer el ultracomunismo soviético

-Oli-LoRe- dijo...

Hasta que supe en que paró la cosa!! MUUUY BUENo CArro, MUY bueno y no demasiado perturbador jajaja, osea que es un éxito!!

EXITO!

Luis Aguilar dijo...

pues muy interesante, me gusta su forma de narrar, es muy amena y de calidad, pura vida

nickyfc dijo...

Finally! lo lograste carrus! Oh maldito licenciado. y que doña más viva jejeje.